19/1/12

# 1


  Acabo de volver de viaje y no pude parar de pensar en esto, en “cambios”. Fui a Santa Teresita, queda después de La Toninas y mucho antes de Mar del Plata. ¿Por qué nombro Mar del Plata cuando podría nombrar Mar del Tuyu o cualquier otra ciudad costera?, porque todo empezó con un viaje a Mar del Plata, al fin y al cabo, hace más de un año que me invitaron, durante todo el año vinieron prometiéndome que algún día me subiría a ese tren, el que sale de Constitución, y tarda masomenos 8 horas en llegar allá. Podría haber ido, podríamos haber ido, pero hubo un cambio de planes y fue por ese cambio de planes por el que frene en Santa Teresita. No conozco bien la costa argentina, astilla San Clemente porque nunca fui muy aficionada al mar, siempre me gusto más el paisaje de las sierras cordobesas, ver como la neblina cubría las puntas de las montañas, durante la noche y madrugada, y para el mediodía desaparecía. También me gustaban los montes del Norte, allá por el Chaco o mismo la llanura. Pero esta vez pare en Santa Teresita, un pueblo chiquito, pero lleno de gente. Nunca había disfrutado el viento en la playa o caminar descalza por la orilla del mar, incluso nunca sentí que algo era tan verdadero como el ruido de las olas que golpeaban contra las piedras. Y ver como el agua cambiaba me hizo dar cuenta de que yo también debía cambiar. Vale aclarar que hace más de cinco meses una nueva vida se desarrolla en mi vientre, pequeño, pero con un corazón fuerte. Es difícil no mirar atrás, dejar que las personas se te escapen, pero no podemos retener a nadie si este no quiere, no podemos luchar por algo que no vale la pena. Cambios, así como la corriente del agua cambiaba en Santa Teresita, mientras yo me sentaba a la orilla a ver pasar a la gente que, despreocupada por la vida, engordaba, tomaba sol o presumía su “esculpida” figura. Cambios, en cuatro días mi cabeza cambio, el viento, las olas, los turistas también…

  Doy inicio a las prácticas de estos cambios, una vez más, con un nuevo blog

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